El día 5 de enero del presente año, la policía nacional procedía a ejecutar una orden de desalojo dictada por un juzgado de instrucción de Madrid, de cuyo número no quiero acordarme, contra el Espacio Polivalente Autogestionado “El Patio Maravillas”. Con dicha acción se devolvía a su legítimo especulador la posesión del inmueble, que tras 10 años de abandono, durante los 2 últimos se había convertido, contra todo pronostico de la pepera ciudad de Madrid, en un referente cultural, político y social del Estado español.
La propuesta del Ayuntamiento
El señor Ruiz Gallardón, a la sazón alcalde de la muy noble y leal, y también pacata ciudad de Madrid,ofreció con su candidez e interés velado habitual, que los okupantes del Patio solicitaran subvenciones para sus actividades y se presentaran a concursos públicos. Ni que decir tiene que la carcajada de la asamblea okupa fue sonada. Nuestro primer edil, bien por estupidez bien por ignorancia, sugirió que era posible mezclar agua con aceite, desafiando toda ley humana y divina.
La idea
El Patio ha representado, y sigue haciéndolo en su nuevo espacio de la calle Pez 21, una alternativa a la ciudad que nos imponen, al modelo de organización ciudadana que la dictadura del rodillo parlamentario municipal nos vende.
Es una reivindicación de otra forma de ser ciudadano. De otra forma si, pero que no excluye, que no impone, que no mira por encima del hombro, que camina preguntando, y que representa, si se quiere, a una minoría de la sociedad civil madrileña pero que actúa con más corazón y cabeza que la mayoría que cada cuatro años va a depositar su voto, y con él su vida, a las urnas habilitadas al efecto, para luego dormir “el sueño de los justos” mientras su única contribución a la sociedad es criticar cada día lo mal que está todo frente a las noticias del telediario.
El Patio es la esencia del ser humano cuando se pone codo con codo con otro ser humano; es el espacio de la utopía, no de la posible sino de la necesaria, porque eso es la auténtica revolución, hacer posible lo necesario; es la evidencia palpable de la colectividad, de sus aciertos y de sus errores, pero todos juntos.
Los políticos de turno, los funcionarios mandaos, los policías serviles, los jueces inconscientes, los vecinos tristes, los jóvenes del polo de Lacoste y tantos otros no entenderán como alguien puede apoyar a unos “vagos y maleantes” que no respetan la propiedad privada.
No entenderán quien puede “mal gastar” la vida en un proyecto colectivo, que por su naturaleza es desde su nacimiento efímero… pero no, el proyecto del Patio, su idea, no es efímera, todo lo contrario, lleva siglos, tal vez milenios funcionando. Es el eterno intento humano de vivir en sociedad y gestionar de manera autónoma su vida, su existencia.
El Patio es darle un espacio al arte, a la cultura, a la música, a la justicia social, a la palabra, a la naturaleza, a la ciudad…
El Patio, es lo que nos deben.
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