
Son las 12:21 horas de la noche. A esta hora es muy probable que ardan ya las hogeras en Paris. Ah, Paris, siempre nos quedará París. Ciudad épica, de nombre mitológico donde ya metidos de lleno en el siglo XXI, los "indigenas" parecen que quieren incendiar la Metropolis. De nada servirá que salga el ministro del interior, a condenar la violencia o a repetir arengas patrioticas que apelen a los valores republicanos, "los nadie" quieren su parte.
Habrá quien pretenda cargarse de razón y envuleva su conciencia en el viejo lema de que "la inmigración genera delincuencia", y con esa venda en los ojos se iran a dormir tranquilos porque su coche está asegurado a todo riesgo.
El proceso es al revés: "la delincuencia genera inmigración". La delincuencia es la de los grandes bancos y sus inversiones en bolsa; la delincuencia es la de las grandes multinacionales y sus paraisos fiscales; la delincuencia es la la corrupción de los políticos y su sillón de diputado; la delincuencia es la del cinismo del "petroleo por alimentos", es la guerra, es el hambre, la enfermedad, la incultura; la delincuencia es morir o matar por un puñado de tierra, la de la fe ciega en un dios colérico; la delincuencia son los sueldos miserables, los trabajos alienantes, la precios proihibitivos; la delincuencia es no tener tiempo para quejarme o ni si quiera tener tiempo para pensar si debo quejarme; la delincuencia es creer que la diversión está en un vaso de wishkey y la felicidad en un partido de futbol. Esta es la delincuencia, esta es nuestra inmigración y nuestra pobreza. Los coches que cada noche comienzan ha calcinarse en Europa, los incendiamos nosotros. Pero calma, no llegará la sangre al Sena, esto es solo un estornudo de los desheredados de Europa para que sepamos que están ahí. Ajenos al talante negociador, han optado por la politica del puñetazo en la mesa, les daremos un pañuelo para sonarse los mocos y que la gripe se la curen ellos como puedan.
Sus rostros, sus gritos y sus exigencias durarán en nuestra memoria, lo que dura la imagen en la televisión o el titular en los periodicos, después alguien en algún despacho de algún palacete de verano, rodeado cortesanas y bufones, decidirá que el espectáculo se ha terminado y los detenidos en los disturbios serán expulsados a sus "Jaimas" de África para obligarles a saltar "la valla" de nuevo dentro de seis meses.
Los "sans culottes" nunca ganarón la revolución. En Paris ya no es primavera, pero como quería Hitler, hoy si arde.
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