martes, noviembre 08, 2005

Confusionismo


Me declaro confuso.
El dogma ya no se lo cree ni Dios. El relativismo por ser relativo es un dogma.
Vivimos tiempos extraños, herederos del absurdo existencialista de la segunda posguerra y de la desconfianza y el miedo de la guerra fría.
Las ideologías se diluyen efímeras en la sopa boba del liberalismo democrático, único sistema, por cierto, que ha demostrado de momento que se puede vivir no solo juntos sino revueltos. Nos salva del absurdo y del miedo. No desaparecen pero se ocultan tras el velo de la desorientación.
Una pátina de confusión recubre todo lo que nos rodea: el arte, la política, la cultura, la economía, la religión…
Feynman, poco después de ganar el premio Nobel por su contribución a la teoría de las fuerzas electrodébiles, afirmó que “el progreso depende de que se demuestre que nos hemos equivocado”, esa es la confianza de nuestros científicos en sus descubrimientos.
Antonio Escohotado, en su libro “Caos y Orden”, señalaba que el desafio de la sociedad actual es “perder las certidumbres”, deconstruir (no destruir) el edificio del racionalismo científico y del dogma religioso y reconstruir con sus piezas unas nuevas posibilidades de entendimiento que no se autolimiten .
El “si” y el “no” se contradicen porque son lo mismo.
Hay que recuperar el empirismo de la verdad, pero no el científico ni el tomista, sino el filosófico ese que no cree que el sol vaya a salir mañana por el mero hecho de que salga todos los días. Esa es la humildad que hay que mostrar ante la búsqueda de la verdad porque de lo contrario, contaminaremos con prejuicios el objeto, pretendidamente veraz, que observamos, sea este objeto material o abstracto.
El tiempo de las grandes verdades ha de terminar. Hemos de comenzar ha habitar “el laberinto, patria de los que dudan”, porque “como defensa mágica de un centro” es el único camino que puede llevarnos hacia nosotros mismo... bueno, tal vez no.

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